En el caso de las enfermedades crónicas los médicos suelen tener una
formación adecuada para evaluar y tratar aspectos biomédicos: control de
tensión arterial y sus complicaciones, considerar el tratamiento de otros
factores de riesgo cardiovascular; saben tratar e identificar las
complicaciones de la diabetes etc., pero no están preparados de igual forma
para hacer frente a los aspectos psicosociales de estas dolencias.
La experiencia de la enfermedad crónica afecta profundamente a la familia y
a su vez según la actuación de ésta, puede mejorar o empeorar el curso de la
enfermedad crónica del paciente afectado. Es decir, cuando en una familia un
miembro tiene una enfermedad crónica (cardiopatía hipertensiva, diabetes,
esclerosis múltiple, u otra), es la familia y en especial un miembro de ella,
generalmente la madre, esposa, hija, la que pasa a ser la cuidadora principal
del paciente, sobre todo si el paciente está en las edades extremas de la vida
(niñez o ancianidad). La cuidadora se ha de ocupar de las atenciones
materiales: preparación de la dieta adecuada, supervisión del cumplimiento
terapéutico así como de las revisiones periódicas, etc. Además, tanto la
persona cuidadora como los demás miembros de la familia son la principal fuente
de apoyo emocional y social del paciente y quienes le pueden ayudar en la
enfermedad. También pueden ser los aliados del profesional sanitario para
conseguir una buena evolución de su paciente.
El proceso de la enfermedad crónica requiere una adaptación de toda la
familia a la nueva situación. Esto conlleva un desgaste que puede suponer que
se desencadenen situaciones de conflicto y a veces de enfermedad de otros
miembros si el personal sanitario no está atento a ello.
Hay muchos casos que pueden ilustrar estos hechos como el relatado a
continuación de una paciente anciana muy enferma, con una limitación importante
por su hemiplejía y afasia. Era la abuela de una familia compuesta por el
matrimonio, dos hijos jóvenes y una hija adolescente, con los que vivía. El
médico de familia que atendía a este paciente, acababa de licenciarse
recientemente en medicina y dedicó muchos esfuerzos al caso. La madre de la
familia, y a su vez la hija de la paciente anciana, al cabo del tiempo hubo de
ser tratada de depresión, pero no fue esto la repercusión más negativa sino que
en los dos años que la madre había estado dedicada casi exclusivamente a los
cuidados de la abuela, la hija adolescente no recibió las atenciones necesarias
y poco a poco se fue alejando de la familia e introduciéndose en un mundo de
drogas y alcohol, para cuya recuperación la familia y el médico tuvieron que
dedicar más esfuerzos y atenciones que los que se habían dedicado en la asistencia
a la abuela. La inexperiencia de los primeros años de profesión, no le dejaron
al profesional sanitario ver que el abordaje de la enfermedad de la abuela
había que enfocarlo desde un punto de vista familiar y tratar su repercusión en
la familia. De esta forma en vez de un enfermo crónico la situación hizo que se
encontrase al cabo del tiempo con tres procesos crónicos en los miembros de esa
unidad familiar (enfermedad de la abuela, depresión de la madre y drogadicción
de la hija).

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